La mujer de negro llega a València con una propuesta que transforma el escenario en un espacio de misterio, tensión y emoción. Adaptación teatral de la novela homónima de Susan Hill, esta obra lleva décadas aterrorizando a públicos de todo el mundo con una fórmula que combina narrativa gótica, ambientación sugestiva y una interpretación dramática de alto nivel. En València, podrá verse hasta el 23 de junio de 2025, en una versión que promete mantener al público al borde del asiento.
La obra se presenta en una escenificación que prescinde de grandes efectos especiales para confiar en la fuerza de la interpretación, la iluminación y el sonido. Esa economía de recursos convierte cada sombra, cada susurro, en una amenaza latente. Una historia de fantasmas contada desde el teatro puro, donde la imaginación del espectador completa el horror que se sugiere más que se muestra.
Una historia que combina lo real y lo sobrenatural
La trama sigue a Arthur Kipps, un abogado que viaja a una remota aldea para ocuparse del testamento de una anciana fallecida. Lo que comienza como un trámite rutinario se transforma en una pesadilla cuando descubre la leyenda de una figura espectral: una mujer vestida de negro cuyo paso está vinculado a tragedias y muertes inexplicables. La historia se articula como una obra dentro de otra, con Kipps narrando sus experiencias al público mientras las representa con la ayuda de un actor profesional.
Ese juego de metateatro añade capas de ambigüedad: lo que es narrado y lo que es vivido se entrecruzan hasta perder los límites. La tensión se construye de forma gradual, con una atmósfera inquietante que mantiene la atención constante. Es una obra que no solo asusta, sino que atrapa desde su complejidad emocional y su estructura ingeniosa.
Una producción con sello de calidad
La versión que se representa en València está dirigida por Emilio Gutiérrez Caba, una de las figuras más respetadas del teatro español, y protagonizada por Jordi Ballester y Carlos Hipólito, dos intérpretes que garantizan rigor, talento y experiencia escénica. La obra se enmarca en la misma línea de las grandes producciones británicas, pero con un carácter interpretativo profundamente nuestro.
El montaje apuesta por una fidelidad al texto original, pero también por una teatralidad que exprime los recursos del lenguaje escénico para crear suspense. La música, el silencio y el juego de luces son parte activa del relato. No se trata solo de ver una historia de miedo, sino de vivirla desde dentro.
Jordi Ballester: voz y cuerpo de un protagonista atormentado
El actor Jordi Ballester, conocido por su trabajo en teatro, televisión y doblaje, asume el papel del joven actor que ayuda a Kipps a revivir su historia. Su formación teatral y su dominio vocal le permiten sostener con solvencia una interpretación compleja, cargada de matices. Ballester ha trabajado en compañías como l’Últim Toc o Teatres de la Generalitat, y ha interpretado desde clásicos del Siglo de Oro hasta textos contemporáneos.
Su versatilidad le permite pasar con fluidez de un registro a otro, y en La mujer de negro despliega un trabajo físico y emocional intenso, imprescindible para que la historia funcione. El personaje que interpreta no solo reconstruye los hechos, sino que los sufre, los encarna y los transforma, convirtiéndose en una guía para que el público transite el miedo sin salir del teatro.
Carlos Hipólito: el peso de la memoria
El otro gran pilar interpretativo es Carlos Hipólito, uno de los actores más prestigiosos del teatro español contemporáneo. Con una trayectoria que abarca más de cuatro décadas, ha trabajado a las órdenes de directores como José Luis Gómez, Gerardo Vera o Mario Gas, y ha destacado por su rigor, elegancia y profundidad interpretativa. En esta obra, da vida a Arthur Kipps, el hombre marcado por una experiencia del pasado que no consigue dejar atrás.
Hipólito ofrece un personaje contenido pero profundamente emotivo, cuya evolución sostiene buena parte de la tensión dramática. La manera en que transforma el relato en presencia escénica es uno de los grandes atractivos del montaje. Su capacidad para modular la intensidad del texto, para comunicar el miedo desde la sobriedad, convierte la obra en una lección magistral de interpretación.
La mujer de negro no es solo una obra de teatro. Es una experiencia colectiva de miedo, arte y emoción. Una historia contada en susurros, revivida con talento y memoria, que recuerda por qué el teatro sigue siendo el lugar donde lo invisible cobra forma y nos habla, directamente, desde la oscuridad.