Anoche asistimos, o tal vez sería más correcto decir que fuimos testigos de ello, a una obra que profundiza en uno de los temas más controvertidos y dolorosos de la justicia: la pena de muerte. Preludio, estrenada en el íntimo Artea Espai, no solo captura la esencia del teatro como espejo de la sociedad, sino que también nos sumerge en las turbulentas aguas de la ética y la empatía.
Protagonizada, escrita y dirigida por Sergio Reverón, Preludio no es una obra de teatro convencional, porque tampoco se representa en una sala convencional. Desde el momento en que se entra a la sala de Artea Espai, el ambiente minimalista predispone al público a una experiencia cruda y despojada de cualquier distracción superficial. El espacio, configurado únicamente con lo esencial —unas sillas, un geranio cargado de simbolismo y un escenario vestido de negro—, pone de manifiesto que lo que realmente importa aquí es la conexión humana, desnuda y sin filtros.
El protagonista de esta pieza es un hombre que ha sido sentenciado a muerte por un crimen que efectivamente cometió. A lo largo de la obra, él no busca el perdón ni pretende redimirse ante los espectadores que han venido a presenciar su último acto. En cambio, ofrece una reflexión sobre la justicia y la venganza, mientras que realiza dos acciones simbólicas en sus últimos momentos: regar un geranio y compartir unas últimas palabras con el público. Estos actos, cargados de humanidad, desafían a los asistentes a confrontar sus propias percepciones sobre el castigo y la empatía.
Sergio Reverón, con una extensa trayectoria tanto en teatro como en cine, lleva la carga emotiva de Preludio con una interpretación excelente. No solo da vida al condenado, sino que también encarna a las personas más significativas en el tramo final de la vida del personaje: su esposa, su hija, su abogado. Cada transformación es un testimonio del poder del teatro para explorar múltiples perspectivas, haciendo de este unipersonal un complejo tejido de emociones y memorias que se cruzan en el escenario.
Uno de los aspectos más destacados de Preludio es su uso eficaz de la iluminación. La luz juega un papel crucial en la narrativa, segmentando el espacio y el tiempo, y sumergiendo a los espectadores en los recuerdos tortuosos del protagonista. La dirección de luces no solo marca el ritmo de la obra, sino que también intensifica la atmósfera, haciendo que cada recuerdo resurja con una urgencia palpable y a veces desgarradora.
La obra ofrece múltiples lecturas que se complementan: la legitimidad de la pena de muerte, la doble moral de la sociedad, los conceptos del perdón y la negación, y la posibilidad de segundas oportunidades. Preludio nos invita a cuestionar no solo la naturaleza del castigo, sino también su propia capacidad de compasión frente a un ser humano en sus momentos más vulnerables.
Preludio no se limita a contar una historia; interpela directamente a quienes se sientan a observar, desafiando a cada individuo a reconocer la humanidad incluso en aquellos momentos donde parece irremediablemente perdida.
La propuesta de Reverón en Preludio nos recuerda que el teatro es, en su esencia más pura, un espejo de las emociones más profundas y contradictorias del ser humano. Aquellos que busquen una experiencia teatral que desafíe sus preconcepciones y les invite a sumergirse en las complejidades del alma humana, encontrarán en Preludio una oportunidad excepcional.
Preludio se representa en Artea Espai hasta el 21 de abril, los viernes a las 20:00 h. y los sábados y domingos a las 19:00 h.